En
1899 ya habíamos aprendido a dominar la oscuridad, pero no el calor
de Texas. Nos levantábamos de noche, horas antes del amanecer,
cuando apenas había una mancha añil en el cielo oriental y el resto
del horizonte seguía negro como el carbón.
Pero
el 12 de Febrero de 1899 no fue así, no me levanté por el calor,
sino por el extremo frío que tenía. Salí de mi habitación
tiritando para ir a la de mis padres, pero no los encontré allí.
Todo me parecía muy extraño, porque a mí siempre se me ha
desvanecido el sueño antes que nadie. De repente empecé a oír
voces, cuanto más me acercaba a la puerta, más fuerte se oían los
gritos fuera. Abrí la puerta y de inmediato un golpe de frío me
dejó helada allí mismo. Sentía que mis pies estaban clavados en el
suelo, no me sentía las manos ni tampoco la cara, lo que tenía ante
mis ojos era impresionante. Toda la gente llevaba abrigos, bufandas y
guantes mientras hablaban al mismo tiempo. Parecían histéricos.
Estaban rodeados de un paisaje ajeno al que yo conocía, el suelo
estaba oculto por la nieve y las hojas de los árboles estaban
cubiertas de hielo, entre gritos pude oír algunas palabras como ''el
fin del mundo'' o ''la señal de dios''. Cuando se dieron cuenta de
que estaba observándolos, callaron, y mi madre entre la multitud me
gritó abrumada que entrará en casa y cerrará la puerta. Yo
asustada lo hice sin reproche alguno.
Aquella
pobre gente creía que el excesivo frío que hacía y la exagerada
nieve que cayó, eran una señal del fin del mundo, tengo que admitir
que yo también me lo creí, pero que queríais que pensará, era una
niña. Y lo seguimos pensando hasta que después de quince días
atemorizados y aislados del mundo, volvió el habitual clima de
Texas. Ese día todo el vecindario salió para celebrarlo. Los
sacerdotes del pueblo llegaron a la conclusión de que el intenso
frío que hizo tan sólo era una prueba de muchas que Dios nos
concedería. Por otro lado estaban los científicos, que tenían su
teoría, según ellos se produjo un cambio de temperatura en la
atmósfera. Esta idea no fue muy aceptada por los creyentes,
incluidos mis padres, ya que no creían que existiera ninguna
atmósfera. Yo
simplemente no sabia que creer, y lo dejé en el olvido.
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