jueves, 3 de diciembre de 2015

DIEZ AÑOS DESPUÉS

Durante estos últimos diez años he ido evolucionando y me he ido haciendo más y más fuerte. Nunca me importó ser la rara de la familia e incluso del pueblo, y hasta este momento me sigue sin importar. Diez años después, sigo siendo la misma Calpurnia de siempre. Amante de la naturaleza, de los animales y de la ciencia. Siempre luchando por lo que más quiero. Y sobretodo luchando por no acabar como la mayoría de mujeres de Texas, o como mi madre, casadas y con once hijos que alimentar. Hecho que me haría pasar catorce horas en la cocina con dolores de cabeza.
Aprovechando que estamos hablando de mi madre, os voy a contar que durante los últimos años ha intentado por activa y por pasiva emparejarme con algún chico de familia acomodada del pueblo. Pero yo fui más lista que ella y pensé en una estrategia para librarme. Mi estrategia consistía en espantar a cualquier posible pretendiente para mí. ¿Y cómo lo iba a hacer? Pues muy fácil. Debía comportarme como una verdadera grosera, maleducada y pesada. Cosa que no me costaba para nada, al contrario, me entretenía muchísimo ver las caras de angustia que se les quedaba a mis futuros esposos. Pues, ¿Quién se querría casar con una chica que se tiraba eructos y pedos en la primera cita?¿Qué al hablar te dejaba la cara llena de escupitajos? Y sobretodo ¿Qué se pasaba horas y horas hablando sobre la diferencia de excrementos que existían entre Didelphis Virginianas? Nadie, y no lo digo porque me haya dado la gana, lo digo porque está científicamente comprobado. Pues hasta ahora diecisiete chicos han salido corriendo, sin mirar atrás, después del primer encuentro. Cosa que me alivia y a la vez enfurece a mi madre. Ahora, mi próxima meta es entrar a la Universidad, me lo había propuesto y como todo hasta ahora lo tenía que cumplir. Por mi abuelo y por mí misma. Solo quedaba enfrentarme a mi madre.

sábado, 28 de noviembre de 2015

EL ALFABETO DE LA NOVELA


DESCRIPCION DE UN SUEÑO

Me encontraba regando las plantas del jardín mientras observaba la llegada del otoño. Flores de todos los colores florecían formando un gigantesco arcoíris y las hojas de los arboles caían al suelo armando un relajante sonido. Mientras el sol se escondía, el cielo se iba oscureciendo y unas espesas nubecillas tapaban el rosado cielo haciendo el paisaje más espectacular. Los alegres animales se iban refugiando en los altos y verdes arboles mientras la noche se abría paso. En pocas palabras, era un día magnifico.

Desafortunadamente sonó la campana de Viola que indicaba que la cena ya estaba lista. Eso significaba abandonar el jardín. Con cara de pocos amigos pensé en las consecuencias que tendría no ir a cenar: tardarían minutos en encontrarme y recibiría la bronca del siglo. Así que decidí evitar tal desastre y ir a cenar. Pero cuando me iba yendo para casa alguien me tocó el hombro por detrás, me giré y una mujer aproximadamente de ochenta años me sonrío. Tenía el pelo blanco, con un tono plateado, recogido exactamente como lo solía llevar mi madre. No era muy alta pero tampoco muy baja. Su cara era redonda y tenía unas facciones tristes y envejecidas. Tenía los labios finos y pequeños, pero bien marcados, que dejaban entrever una hilera de perlas. El color azabache de sus ojos, grandes y redondos, armonizaban con su oscura ropa. No sabía quién era, pero su cara me resultaba muy familiar, y su presencia me causaba una extraña calma interior. Entonces me dijo:
-Calpurnia, querida, no dejes que planifiquen tu vida. No tengas miedo de nada ni de nadie. Persigue tus sueños, no te desanimes. Tienes que luchar por lo que más quieras y no rendirte bajo ningún motivo. Y si es necesario, cambiar tu destino. Lo peor de todo en la vida es mirar hacia atrás y arrepentirse de no haber tomado el camino que te hace feliz.
No olvides mis palabras y tenlo siempre en cuenta.

No me dio tiempo a responder cuando ya se había marchado. ¿Quién era? ¿De dónde había salido? Y sobretodo ¿Por qué me daba esos consejos? Tenía que averiguarlo como fuera. Entonces escuche la voz de mi madre gritarme, cada vez más y más cerca. Tan cerca de mi oreja que exclamé:
-¡Ya basta! - Y entonces me desperté y me di cuenta de que estaba en el sofá del comedor y que todo había sido un sueño, un maldito sueño. Parecía tan real. Pero la cara de esa anciana me era demasiado familiar y su misterioso mensaje se me quedó grabado en la mente como un disco rayado.

De pronto se me iluminó la bombilla, fui corriendo al segundo cajón de la habitación de mi madre y saque el álbum familiar. Entonces la vi, era ella, mi abuela. La abuela que nunca había conocido y de la que tanto me habían hablado, se me había aparecido en un sueño y ni siquiera la reconocí. Que vergüenza, era la peor nieta que se podía tener.

EL COMIENZO DE LA IMAGINACIÓN

En 1899 ya habíamos aprendido a dominar la oscuridad, pero no el calor de Texas. Nos levantábamos de noche, horas antes del amanecer, cuando apenas había una mancha añil en el cielo oriental y el resto del horizonte seguía negro como el carbón.
Pero el 12 de Febrero de 1899 no fue así, no me levanté por el calor, sino por el extremo frío que tenía. Salí de mi habitación tiritando para ir a la de mis padres, pero no los encontré allí. Todo me parecía muy extraño, porque a mí siempre se me ha desvanecido el sueño antes que nadie. De repente empecé a oír voces, cuanto más me acercaba a la puerta, más fuerte se oían los gritos fuera. Abrí la puerta y de inmediato un golpe de frío me dejó helada allí mismo. Sentía que mis pies estaban clavados en el suelo, no me sentía las manos ni tampoco la cara, lo que tenía ante mis ojos era impresionante. Toda la gente llevaba abrigos, bufandas y guantes mientras hablaban al mismo tiempo. Parecían histéricos. Estaban rodeados de un paisaje ajeno al que yo conocía, el suelo estaba oculto por la nieve y las hojas de los árboles estaban cubiertas de hielo, entre gritos pude oír algunas palabras como ''el fin del mundo'' o ''la señal de dios''. Cuando se dieron cuenta de que estaba observándolos, callaron, y mi madre entre la multitud me gritó abrumada que entrará en casa y cerrará la puerta. Yo asustada lo hice sin reproche alguno.

Aquella pobre gente creía que el excesivo frío que hacía y la exagerada nieve que cayó, eran una señal del fin del mundo, tengo que admitir que yo también me lo creí, pero que queríais que pensará, era una niña. Y lo seguimos pensando hasta que después de quince días atemorizados y aislados del mundo, volvió el habitual clima de Texas. Ese día todo el vecindario salió para celebrarlo. Los sacerdotes del pueblo llegaron a la conclusión de que el intenso frío que hizo tan sólo era una prueba de muchas que Dios nos concedería. Por otro lado estaban los científicos, que tenían su teoría, según ellos se produjo un cambio de temperatura en la atmósfera. Esta idea no fue muy aceptada por los creyentes, incluidos mis padres, ya que no creían que existiera ninguna atmósfera. Yo simplemente no sabia que creer, y lo dejé en el olvido.


YO, AUTOR

Me llamo Jacqueline Kelly y nací el 1964 en Nueva Zelanda. Cuando era muy pequeña mi familia se mudó al Oeste de Canadá, exactamente a Vancouver. Crecí en la densa selva tropical de esa maravillosa isla. Desde pequeña ya tenía una gran afición por los libros, me encantaba leer. Una de las primeras obras que pasaron por mis manos fueron la serie de libros del Doctor Dolittle, un clásico de la literatura infantil inglesa. Otro clásico que me leí fue “El viente entre los sauces” de Kenneth Grahame, una fábula que cambió mi punto de vista hacia los animales.
Unos cuantos años más tarde, mis padres decidieron mudarse a un desierto de Texas llamado El Paso. No os podéis ni imaginar lo que me costó digerir la noticia cuando mis padres me lo dijeron. Me pasé semanas sin dirigirles la palabra, ni siquiera les miraba a la cara. El calor de mi nueva ciudad no era normal, hacia tanta calor que la llamaban “La Ciudad del Sol”, pero finalmente me fui acostumbrando.
Otra cosa que no os he contado es que me apasionaba y me sigue apasionando la ciencia, por esa razón decidí estudiar Biología en la Universidad de El Paso. Cuando me licencie en Biología, me trasladé a Galveston para estudiar Medicina en Centro Médico de la Universidad de Texas. Practiqué la medicina durante unos años y luego volví a la Universidad de Texas para estudiar Derecho. Ejercí de abogada unos años más.
Finalmente, me di cuenta de que lo que realmente me hacia feliz era la escritura.

En 2001 escribí mi primer cuento que fue publicado en “Mississippi Review” (un gran orgullo para mí). En 2009 publicaron mi primera novela, la cual escribí con mucho entusiasmo dedicada a mis padres y a mi esposo, “La evolución de Calpurnia Tate” que fue premiada en 2010 con la “Medalla Newbery” logrando así un gran éxito internacional.