Durante estos últimos diez
años he ido evolucionando y me he ido haciendo más y más fuerte. Nunca me
importó ser la rara de la familia e incluso del pueblo, y hasta este momento me
sigue sin importar. Diez años después, sigo siendo la misma Calpurnia de
siempre. Amante de la naturaleza, de los animales y de la ciencia. Siempre
luchando por lo que más quiero. Y sobretodo luchando por no acabar como la
mayoría de mujeres de Texas, o como mi madre, casadas y con once hijos que
alimentar. Hecho que me haría pasar catorce horas en la
cocina con dolores de cabeza.
Aprovechando que estamos
hablando de mi madre, os voy a contar que durante los últimos años ha intentado
por activa y por pasiva emparejarme con algún chico de familia acomodada del
pueblo. Pero yo fui más lista que ella y pensé en una estrategia para librarme.
Mi estrategia consistía en espantar a cualquier posible pretendiente para mí.
¿Y cómo lo iba a hacer? Pues muy fácil. Debía comportarme como una verdadera
grosera, maleducada y pesada. Cosa que no me costaba para nada, al contrario,
me entretenía muchísimo ver las caras de angustia que se les quedaba a mis
futuros esposos. Pues, ¿Quién se querría casar con una chica que se tiraba
eructos y pedos en la primera cita?¿Qué al hablar te dejaba la cara llena de
escupitajos? Y sobretodo ¿Qué se pasaba horas y horas hablando sobre la
diferencia de excrementos que existían entre Didelphis Virginianas? Nadie, y no lo
digo porque me haya dado la gana, lo digo porque está científicamente
comprobado. Pues hasta ahora diecisiete chicos han salido corriendo, sin mirar
atrás, después del primer encuentro. Cosa que me alivia y a la vez enfurece a
mi madre. Ahora, mi próxima meta es entrar a la Universidad, me lo había
propuesto y como todo hasta ahora lo tenía que cumplir. Por mi abuelo y por mí
misma. Solo quedaba enfrentarme a mi madre.